El emblemático caso de Giuliana, violada por su padre. Su madre y hermanas no quisieron apoyarla en la denuncia porque temían “perder al único sustento económico de la familia”. Fotografía: Perú.21.
La primera vez que su padre la violó, Giuliana Ramírez tenía 7 años. En los años siguientes, siguió siendo sometida bajo amenazas y haciéndole creer que ella estaba enferma.
A los 23 años se fue de casa y su madre no le creía. Ya con 25 años presentó su denuncia, pero ¿cómo demostrar, dos años después de salir de casa, que su padre la violaba?
Historias así son comunes en el Perú. De hecho, demasiado comunes.
La investigación de Jaris Mujica para su libro Violaciones sexuales en el Perú 2000-2009. Un informe sobre el estado de la situación, reveló un dato escalofriante: el Perú es el país más violador de América del Sur.
68 MIL VIOLACIONES EN 10 AÑOS
El Perú tiene la más alta tasa de denuncias por violación sexual de la región sudamericana: 22.4 por cada 100 mil habitantes. De hecho, a nivel mundial, según la investigación de Mujica, nos encontramos en un deshonroso puesto 16.
Un ejemplo de cómo leer las cifras: A pesar que en el 2009 hubo 6751 denuncias de violación, ese año hubo sólo 3388 detenidos y, aunque usted no lo crea, únicamente 428 procesados por el delito. Infografía: Luis Amez.
En la primera década de este siglo, se registraron 68 mil 818 denuncias policiales por este delito. Es decir, tantas personas violadas en estos diez años como personas fallecidas durante los 20 años del azote del terrorismo.
Esto quiere decir que, diariamente, 20 personas son violadas al día en el Perú.
De todos los casos, en un abrumador 93% de casos, las víctimas fueron mujeres.
Y eso que estamos hablando de los casos que efectivamente llegaron a denunciarse.
NOSOTROS VIOLAMOS MÁS
Como en todo tema social sensible, las estadísticas solo son la punta de iceberg y existe una cifra oculta.
—Podríamos decir que hay un subregistro de violaciones en el Perú —nos dice Jaime Jiménez, médico siquiatra y asesor en salud mental del MINSA—. La violación existe en todos los estratos sociales y a todo nivel, lo que pasa es que muchas veces se esconde, no se informa.
Esto no debería extrañar si tenemos en cuenta que, tal como revela Mujica en su libro, en el 25% de casos denunciados ante la policía, el violador tenía una relación directa con la víctima. Consideremos que, para la policía, “relación directa” no incluye amigos, compañeros de estudios o trabajo, ni siquiera, enamorados. Es decir, la cifra de violadores que conocen a su víctima es mucho mayor.
—De todas formas —dice Rosario Sasieta, abogada especializada en derechos de la mujer—. En mi experiencia, el 80% de agresiones sexuales son perpetradas por familiares, vecinos o amigos de la víctima. Pero casi nunca se denuncia.
Según el informe de la Defensoría del Pueblo, Violencia sexual en el Perú: Un estudio de casos judiciales (pdf), sólo en el 25% de los casos estudiados el violador era una persona desconocida para la víctima.
De hecho, como explica Mujica, usualmente una violación es el final de una larga cadena de abusos de violencia familiar, y solamente el 16% de las víctimas de violencia familiar llegan a denunciarla.
Es decir, la cifra de violaciones en el Perú podría ser el doble o el triple.
El mismo fenómeno de “cifra oculta” se produce cuando intentamos determinar en qué zonas del país existe una tasa más alta de violaciones.
Tacna, Ucayali, Arequipa e Ica tienen la mayor tasa de denuncias por violaciones (Tacna llega a 45.64 por cada mil habitantes, una tasa mayor a la de países africanos como Zimbabue).
Las zonas con las tasas más bajas son Madre de Dios, Puno, Pasco y Huancavelica. No es casualidad que sean regiones con menor desarrollo humano y crecimiento económico.
El bajo registro de violaciones en esa zona no significa que existan menos violaciones en estos lugares. Esto simplemente quiere decir que las posibilidades de denunciar son menores o las mujeres no están condiciones de hacerlo por impedimentos económicos, sometimientos, coerciones, problemas lingüísticos o de desplazamiento.
Es decir, en esos departamentos puede, incluso, haber tantas violaciones como en los otros, pero muy pocas víctimas están en condiciones de hacer la denuncia.
Muchas veces, ellas ni siquiera saben que lo que acaba de ocurrir es una violación.
Slide de la Defensoría del Pueblo demuestra la altísima incidencia de la violación en el Perú.
VIOLADORES EN LIBERTAD
Otra de las principales causas por las que una violación no se denuncia es la ausencia de castigo para el violador. Las víctimas sienten que su agresor no quedará impune y temen sus represalias.
Comparemos estas cifras tomadas entre 2006 y 2010:
•Denuncias: 39 629
•Detenidos: 18 871
•Sentenciados: 6 690
Esto quiere decir que menos de la mitad de violadores fueron detenidos y, aún peor, que sólo la sexta parte de los violadores denunciados fueron sentenciados.
De hecho, según reveló el presidente de la Corte Suprema, César San Martín en el 90% de los procesos judiciales por violación de mayores de 17 años queda impune: los victimarios son absueltos o el Ministerio Público no formula una denuncia contra ellos por falta de pruebas.
La impunidad de los violadores solo agrava el daño psicológico de las víctimas, que viven aterradas de la libertad de su agresor.
A la traumática experiencia de una violación no sólo se añade el terror de saber que su violador anda libre. A esto se suma la precaria situación de los derechos de acceso a la justicia tanto para víctimas de violencia familia, femenicido y violencia sexual.
—De lo analizado se podría decir que lamentablemente, aun con la implementación del Nuevo Código Procesal, no refleja los resultados que hubiéramos esperado en protección de los derechos de los agraviados —explica Teresa Hernández, comisionada para los Derechos de la Mujer de la Defensoría del Pueblo—. Dentro de estos, especialmente, el de la posibilidad de que tanto el fiscal como el juez dicte medidas de protección para las víctimas.
Por suerte, los jueces han empezado a tomar en cuenta las evidencias de las secuelas psicológicas para determinar si hubo una violación. En el caso de Giuliana, la chica con la que empezamos nuestro informe, esas evidencias fueron claves, porque ella, debido al terror al que vivió sometida, sólo se animó a denunciar a su padre dos años después de huir de su casa.
El impacto psicológico evidenciaba un daño de consecuencias permanentes, un patrón común de toda violación. Por ello, en febrero de este año, la Corte Superior de Lima sentenció a 17 años a Robinson Ramírez Quintanilla, ex policía y padre de Giuliana.
En el caso de Giuliana se hizo justicia pero fue una excepción.
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